La escritora y comunicadora de la ciencia ofreció su charla en Ecos de la FIL con la Preparatoria de Ciudad Guzmán como anfitriona
Uno de los mayores enigmas que deja Paula Bombara (escritora y bioquímica argentina) es su paso de dedicarse a la ciencia para pasar a la literatura. Sin embargo, ella lo detalla al referir que en un lado (en la ciencia) se dedicaba a experimentar, mientras que en el oficio de las letras hace exactamente lo mismo: componer, recomponer y jugar con el lenguaje. Después de todo, dice, que la literatura es como una conversación con los otros y con uno mismo.
“Leer también es leerse a uno. Saber que hay lecturas pendientes es una forma que nos salva de un naufragio. Para mí crear y construir una historia tiene mucho de aventura, a veces sale con facilidad, otras pasan meses o años. Cuando escribo una historia, lo que se crea está vivo y convivo con eso. Me acompaña a toda hora, me lleva de mi realidad a otra donde habitan otros”.
La conversación se desarrolló como parte de los Ecos de la FIL, que en esta edición virtual la Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha dispuesto como a manera de puente con los planteles del Sistema de Educación Media Superior (SEMS). En lo que respecta a esta actividad, la Preparatoria de Ciudad Guzmán, de la Universidad de Guadalajara (UdeG) fungió como anfitriona donde Bombara detalló que como divulgadora se propuso convertirse en una suerte de puente, entre la comunidad científica y la demás población.
“Me gustó ser un vínculo entre los que saben mucho de ciencia y quienes no manejan mucho esa información. De hecho durante la pandemia estuvo bien porque me dio la posibilidad de crear algunos videos que sirvieron para orientar en torno a qué es un virus, que acciones pueden emplearse para prevenir, etcétera”.
Citó en sendas ocasiones a María Elena Walsh, poetisa argentina, de tal suerte que pareciera su máximo referente y analizó que parte de existir radica en honrar la vida, “lo que significa cumplir tus deseos”. Por eso mismo, dijo que entre las cosas que le gustaría hacer se encuentra desde viajar a los lugares que en la infancia se convirtieron en icónicos, como China, hasta lanzarse en paracaídas.
“Ese mismo espíritu de desafío y experimentación lo desarrollo en mi literatura. Con cada proyecto intento desafiar al anterior. Para divertirme necesito que el desafío nuevo sea diferente. De hecho, en mi libro Lo que guarda un caracol (2016) para mí demandó algo nuevo el hacerlo, porque me llevó a investigar mucho, sobre biología marina y psicología. Ese proyecto fue como un trabajo bisagra, porque cambió mi forma de escritura”.